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Mostrando entradas de marzo, 2016

Sangre

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Pero la puta madre! ¿Con qué me tropecé? Hay sangre por todos lados. Que impresión. - No te preocupes. Me lastimé en un lugar delicado pero no es grave. Me puse hielo y con eso paré la sangre. Solo me queda limpiar. No, no creo en ponerme azúcar. Me dan cosa los cristales en la herida. Prefiero el agua oxigenada al alcohol. Está bien. Corto y me voy a vendar y limpiar antes de que un vecino piense que me dedico al crimen organizado. Dale. Te llamo cuando termino. Bueno. Te amo!- Ahora a ver si realmente me lastimé mucho. Qué miedo me da la sangre. Si no tuviera que actuar me desmayaría. Suerte que tengo que hacer. Justo la mano derecha. Que cagada! Era bella mi taza favorita. Bella y parece que filosa. Quedó irreparable. Que torpeza. A la basura. Entre diarios claro, para que nadie más se vuelva a cortar. Timbre. ¿Y ahora? ¿Quién será? Llave. Cerradura. Tranquilidad. Mimos. Abrazos, besos, sana sana en la mano herida. Y de yapa, trajo helado! Felicidad.

La escritura es comunicación

Claro. Pensar eso explica muchas cosas. Escribir es comunicar. Escribir cosas propias es comunicarse en forma personal. Es decir que siento. Es abrirme y mostrarme. Exponerme. Que me gusta. Que no. Que me quita el sueño. Inés Sainz, escritora y bloguera, hace un ejercicio muy interesante que creo que puede desbloquear esa resistencia que siento a la exhibición de mi esencia. Se titula confieso e invita a confesar Aquellas cosas que no nos animamos a decir, a listarlas en forma desordenada e improvisada. Allí voy: Confieso que tengo miedo. Confieso que me gusta la idea de escribir pero no me siento a hacerlo. Confieso que no valoro lo que hago. O lo que no hago. Confieso que estoy cansada de escaparme de mis deseos y sueños. Confieso que deseo y sueño mucho, constantemente. Confieso que me gustaría ser alegre, risueña, liviana y encantadora. Confieso que quiero salir de mi cascarón. Confieso que quiero cambiar, explota, socializar, ir por todo aquello que quiero. Confieso qu

Las llaves del molinete

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Escaleras de cemento. Peldaños. Bajarlos paso a paso hacia un subsuelo. Una vez ahí, caminar. Caminar entre una multitud. Lentamente. Tratando de no pisarle los talones al que va adelante. Caminar como pisando huevos, para no pisar a nadie. Apuro, urgencia. La velocidad de la lentitud de la hora pico. Llega el momento más importante. Enfrentar al molinete. Hay que pasar rápido. No dudar. Porque si no la muchedumbre zombie se enoja, empuja, se queja. Buscar rápido, sacar la tarjeta Sube. Apoyarla en el lector. Que pase. Que tenga saldo. Que el molinete se destrabe. Fluir con la corriente. La misma rutina todos los días. Excepto hoy. Hoy todo es distinto. Porque en lugar de la tarjeta magnética apoyé las llaves. Las llaves de mi casa. El manojo entero, no una llave en especial. Pasé por el molinete sin darme cuenta. Repitiendo un movimiento aprendido y repetido. Al pasar del otro lado me di cuenta que algo había cambiado. Adelante mío estaba la misma estación de siempre pero distin

Miedos de infancia

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Monstruos, el hombre de la bolsa, ladrones, roperos gigantes a oscuras, encierro, gritos, tías besuqueras, sentarse a upa de una desconocida en el colectivo, perder la plata para el kiosco, perderse. Mi peor miedo de niña era a los accidentados. En especial ensangrentados, aunque los enyesados no se quedaban atrás. No sé qué sucedía. Qué misterio me aquejaba. Por dónde venía el asunto. La cuestión es que me aterrorizaban las pobres personas accidentadas. Jamás ninguno me hizo nada, claro está. El miedo y el pavor estaban anidados en mí de todas formas. Qué extraña situación canalizaría por ese lado. ¿En una vida anterior me habría pasado algo con respecto a eso? ¿Habré sido enfermera en una guerra antigua? O huyendo habré quedado sepultada entre yesos y lesionados? Intrigante. Pasados los miedos infantiles podía asomarme al Diccionario de ciencias médicas que había en casa, mirando y no mirando fotos de espantosas lesiones de piel. Creo que allí descubrí que peor que una lesió

Los lunes en los museos

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Ustedes conocen los museos. Son esos edificios grandes donde hay guardados objetos de otros tiempos, para que podamos conocerlos. Elementos que pertenecieron a otras personas, animales prehistóricos y sus esqueletos, ropas, armas, utensilios para cocinar y muchas cosas más. Ustedes los deben conocer porque es un lugar de paseo, a donde se suele ir con la escuela o la familia. Al museo también se puede ir los fines de semana, pero los lunes están cerrados. Esos días yo iba con mi mamá a los museos, porque ella trabaja ahí y quienes trabajan van también los lunes, por más que no haya visitas. Recorrer un museo sin nadie alrededor requiere muchísimo coraje. Es casi un ejercicio de superhéroe andar por museos vacíos. Imaginensé: salas grandes, techos altos, animales disecados, maniquíes vestidos con ropas antiguas y máscaras, vasijas gigantes y hasta pedazos de paredes. Es de día, pero adentro no hay nadie. Las vitrinas están llenas de cosas pero en silencio. Todo es quietud, como s