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Los restos y el sol

¿A quién se le ocurre dejar los carozos de las aceitunas dentro de una maceta? Francisco se dió cuenta que el orden de la casa le iba a llevar mucho más tiempo del que había pensado dedicarle. Por suerte, sólo había habilitado algunos ambientes de la casa y otros los había dejado cerrados con llave. Eso le aseguraba que no tenía que buscar carozos en la terraza, por ejemplo.  Cuando estaba chequeando las macetas que tenía en la biblioteca se dio cuenta de que alguien había estado jugando con sus libros. Desordenándolos. Seguro había sido Germán. Desde que llegó tenía cara de pocos amigos. A esta edad traer una primera cita a la fiesta de cumpleaños de alguien sin preguntar era una verdadera boludez. Y se lo hizo saber cuando le avisó que venía con la mina, cuando le abrió la puerta y cuando se cruzaron en la cocina. - Me parece cualquiera que hayas venido con una chica. Esta fiesta es importante para mí. No es un evento más. - le dijo un poco a las corridas y en voz baja mientras lavab

El cine era esto

Entrar a la oficina, a la que era mi oficina, requería de una dosis importante de valentía. El hall central tiene puras ventanas y luz pero, en ese tiempo, las puertas de la sala estaban cerradas con candados (conservo las llaves como souvenir). Había que abrir uno para poder abrir una puerta de par en par y trabarla para que no se cierre al pasar. Era la única fuente de luz dentro de la oscuridad toda. Respirar hondo y abrir las cortinas de terciopelo. Sin mirar más allá. Sin profundizar la mirada para no importunar a ningún fantasma.  Una vez abiertas las cortinas, la luminosidad apenas traspasaba los primeros metros con un sólo haz sobre la alfombra. Entonces llegaba el momento de volver sobre los pasos y prender el interruptor del foco de sala. Esa única lámpara que iba desde el fondo de la sala a la derecha hasta el principio de las primeras filas a la izquierda. El reflector tardaba en calentarse e iba encendiéndose poco a poco hasta que lograba su máxima expresión (que no era mu

El guitarrón

El guitarrón era mi objeto prohibido de la niñez. Tenía que cuidarlo sin tocarlo. Era algo que estaba ahí, muy cerca, para recordarme mi cualidad de visitante. Me tocó ser niña en tiempos en que nada era adecuado para la niñez, sino que transcurríamos en ese mientras tanto hasta que pudiéramos sumarnos a la mesa de los grandes.  Cuando pienso en el guitarrón tengo dos sensaciones opuestas: una mezcla de unión y diferencia. El departamento era una monoambiente con entrepiso y bajo nivel. En el bajo nivel estábamos el guitarrón y yo. Los fines de semana, cuando yo iba a quedarme a dormir, me tocaba hacerlo en un colchón en el piso de alfombra rojo profundo cerca de él. A veces, no me podía dormir. Me levantaba al baño y lo pateaba sin verlo en la oscuridad.  Es una guitarra acústica de doce cuerdas, marca Yamaha. Amarilla y negra. O madera clara, casi amarilla y negra. Nunca la ví con las doce cuerdas, pero con seis suena muy bien. Estaba en la casa de Inés desde que la conozco y nunca t

La felicidad en sus manos

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Todos los días prestaba atención a nuevas sensaciones. El viento entrando por la ventana del living. El bebé que llora en la lejanía. Los pájaros en la vereda. La moto qué pasa por la calle del costado. Los encargados de los edificios que se saludan y comentan en último evento deportivo. Con el correr de los días se fue dando cuenta de lo maravilloso que era poder ser consciente de esas cosas. Observar esos detalles. Disfrutar de esos sucesos gratuitos. Y también odiarlos, porque no. El ser humano puede pasar por diferentes estadíos en poco tiempo (y seamos honestos, el bebé del vecino llora a los gritos). Esa mañana estaba sentada desayunando cuando todo comenzó a suceder al mismo tiempo. Sonó el timbre (finalmente andaba luego de tanto tiempo), la ventana de la cocina comenzó a sacudirse con el viento, una tormenta se descargaba sobre la ciudad y el teléfono fijo sonaba sin parar. – Paso a paso – se dijo. Preguntó quién era en la puerta. Nadie respondió. Asumió entonces que se

Incertidumbres e inconsistencias

¿Se puede ser real en un lugar y, al mismo tiempo, un fantasma en otro? ¿Puede uno decidir tener corporeidad o no? O ¿Son los otros los que dan entidad a la existencia de cada uno? Si "Pienso y luego existo", entonces no hay dudas de mi existencia porque no paro de pensar. Pero si la mirada del otro me da entidad ¿Puede haber lugares en los que existo y lugares en los que no? ¿Qué garantiza que realmente este escribiendo estas líneas?

Cacería

Sigilo. Pasos gráciles. Sutiles acercamientos para volver a tomar distancia. Identificación de la presa. Selección del más apto. La mirada enfoca y luego se evade para volver a observar. El éxito depende de la extrema concentración y atención, y exige buenas cualidades de paciencia y autocontrol. El correcto enfoque físico y psíquico, unido a la destreza hacen de esta una exigente actividad. Entre las muchas destrezas que la situación requiere es necesario enfatizar la observación cuidadosa: el éxito proviene de saber que hay que buscar y cómo buscarlo en el transcurso del acecho. Los ojos se deben emplear como instrumentos de precisión, con una mirada lenta y profunda en búsqueda de señales mucho más sutiles que las imágenes obvias a las que los ojos del hombre moderno están acostumbrados. Se debe aprender a encontrar indicios fundamentales en los más diminutos rastros. Cómo es de público conocimiento el movimiento lento minimiza la probabilidad de perturbaciones, y brinda máxim

Noticias frescas

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Cada día el mismo día. Levantarse de noche, con frío, abrigarse por demás, salir a la calle. Al menos cuando llega a la central puede compartir unos mates con sus compañeras, media hora después sale la asignación de lugares y hasta luego. Por suerte van de a dos, así se hace más llevadera la jornada. Cuando se está solo es más difícil no pasarse el día mirando el celular. Y cuando uno mira el celular se pierde lo que está pasando. Deja de hacer su trabajo: mirar que pasa en la calle. Jamás hubiera pensado que iba a terminar trabajando de esto. La cosa está durísima y trabajo es trabajo. Con una mínima cantidad de tiempo de entrenamiento te dan la placa y a trabajar. Una profesión rentada, casi segura. Un oasis para muchas personas. Cuántos del barrio se quedaron afuera y no dieron con los requisitos para entrar, cuántos no pasaron las pocas pruebas que les hicieron (y eso que no eran tan difíciles). El problema es que ese poco entrenamiento hace que muchas cosas queden a criterio