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Cada día el mismo día. Levantarse de noche, con frío, abrigarse por demás, salir a la calle. Al menos cuando llega a la central puede compartir unos mates con sus compañeras, media hora después sale la asignación de lugares y hasta luego. Por suerte van de a dos, así se hace más llevadera la jornada. Cuando se está solo es más difícil no pasarse el día mirando el celular. Y cuando uno mira el celular se pierde lo que está pasando. Deja de hacer su trabajo: mirar que pasa en la calle.

Jamás hubiera pensado que iba a terminar trabajando de esto. La cosa está durísima y trabajo es trabajo. Con una mínima cantidad de tiempo de entrenamiento te dan la placa y a trabajar. Una profesión rentada, casi segura. Un oasis para muchas personas. Cuántos del barrio se quedaron afuera y no dieron con los requisitos para entrar, cuántos no pasaron las pocas pruebas que les hicieron (y eso que no eran tan difíciles).

El problema es que ese poco entrenamiento hace que muchas cosas queden a criterio de cada uno. Y a veces el criterio no es muy amplio ni avispado. Ese fue el problema de las chicas, estoy segura. Si volvieron asustadas a la central sabiendo que se habían mandado una cagada. Si ellas mismas han hecho lo mismo que esa mujer en algún momento de sus vidas. Ahora hasta el Intendente habló en contra de lo que pasó y la mujer hizo la denuncia en todos los medios y hay una cita en la plaza para manifestarse. Habrá que ver cuáles fueron las verdaderas razones por las cuáles se comportaron así. Sería interesante conocerlas. Mañana en el desayuno les pregunto, si es que no las suspendieron, mañana les pido que me cuenten qué pensaron cuando pasó todo eso y qué las llevó a hacerlo.

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