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Mostrando entradas de noviembre, 2021

Los restos y el sol

¿A quién se le ocurre dejar los carozos de las aceitunas dentro de una maceta? Francisco se dió cuenta que el orden de la casa le iba a llevar mucho más tiempo del que había pensado dedicarle. Por suerte, sólo había habilitado algunos ambientes de la casa y otros los había dejado cerrados con llave. Eso le aseguraba que no tenía que buscar carozos en la terraza, por ejemplo.  Cuando estaba chequeando las macetas que tenía en la biblioteca se dio cuenta de que alguien había estado jugando con sus libros. Desordenándolos. Seguro había sido Germán. Desde que llegó tenía cara de pocos amigos. A esta edad traer una primera cita a la fiesta de cumpleaños de alguien sin preguntar era una verdadera boludez. Y se lo hizo saber cuando le avisó que venía con la mina, cuando le abrió la puerta y cuando se cruzaron en la cocina. - Me parece cualquiera que hayas venido con una chica. Esta fiesta es importante para mí. No es un evento más. - le dijo un poco a las corridas y en voz baja mientras lavab

El cine era esto

Entrar a la oficina, a la que era mi oficina, requería de una dosis importante de valentía. El hall central tiene puras ventanas y luz pero, en ese tiempo, las puertas de la sala estaban cerradas con candados (conservo las llaves como souvenir). Había que abrir uno para poder abrir una puerta de par en par y trabarla para que no se cierre al pasar. Era la única fuente de luz dentro de la oscuridad toda. Respirar hondo y abrir las cortinas de terciopelo. Sin mirar más allá. Sin profundizar la mirada para no importunar a ningún fantasma.  Una vez abiertas las cortinas, la luminosidad apenas traspasaba los primeros metros con un sólo haz sobre la alfombra. Entonces llegaba el momento de volver sobre los pasos y prender el interruptor del foco de sala. Esa única lámpara que iba desde el fondo de la sala a la derecha hasta el principio de las primeras filas a la izquierda. El reflector tardaba en calentarse e iba encendiéndose poco a poco hasta que lograba su máxima expresión (que no era mu

El guitarrón

El guitarrón era mi objeto prohibido de la niñez. Tenía que cuidarlo sin tocarlo. Era algo que estaba ahí, muy cerca, para recordarme mi cualidad de visitante. Me tocó ser niña en tiempos en que nada era adecuado para la niñez, sino que transcurríamos en ese mientras tanto hasta que pudiéramos sumarnos a la mesa de los grandes.  Cuando pienso en el guitarrón tengo dos sensaciones opuestas: una mezcla de unión y diferencia. El departamento era una monoambiente con entrepiso y bajo nivel. En el bajo nivel estábamos el guitarrón y yo. Los fines de semana, cuando yo iba a quedarme a dormir, me tocaba hacerlo en un colchón en el piso de alfombra rojo profundo cerca de él. A veces, no me podía dormir. Me levantaba al baño y lo pateaba sin verlo en la oscuridad.  Es una guitarra acústica de doce cuerdas, marca Yamaha. Amarilla y negra. O madera clara, casi amarilla y negra. Nunca la ví con las doce cuerdas, pero con seis suena muy bien. Estaba en la casa de Inés desde que la conozco y nunca t